Cada vez es más común que las grandes multinacionales dirijan sus intereses hacia la tierra de cultivo. En los últimos tres años, las inversiones en tierras han propiciado que más de cincuenta millones de hectáreas cambien de manos. Grupos financieros, industriales e incluso gobiernos de países ricos están dedicándose a la producción de alimentos en terceros países, por lo general más pobres y que ya tienen problemas para garantizar la seguridad alimentaria de sus habitantes.
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