Poder y dinero, ¿pueden hacernos felices? Nuestro deseo constante de más es parte de nuestra naturaleza humana. ¿Cuál debería ser el límite?
Unos dicen que es un legado útil de la evolución; otros, que es un error en el programa genético. El viejo pecado capital de la codicia parece más actual que nunca. ¿Por qué algunos seres humanos no tienen nunca suficiente? ¿A dónde conduce tal desmesura? ¿Se puede romper el círculo vicioso de la satisfacción de las necesidades?
"A las personas les gusta poseer cosas, pues les da la sensación de vivir eternamente". Son palabras del psicólogo social estadounidense Sheldon Solomon, para quien el fetichismo de la mercancía y la fiebre consumista actuales son nefastos. En la era del ego, quien no consigue satisfacer sus deseos materiales, recibe el sello de "perdedor". Pero, con una población mundial de más de 7000 millones de personas, las consecuencias del consumo de recursos desmedido son manifiestas. ¿El estado deplorable de nuestro planeta no demuestra que el "programa de la codicia", que nos ha hecho adictos a la propiedad, al estatus y al poder, toca a su fin? O, ¿es la sed de poseer un ingrediente inseparable de la naturaleza humana? Indagamos en la esencia de la codicia. Y les contamos las historias de personas, que, de forma activa, como víctimas o consumidores desenfrenados, son partes integrantes de un paulatino cambio de valores.
Unos dicen que es un legado útil de la evolución; otros, que es un error en el programa genético. El viejo pecado capital de la codicia parece más actual que nunca. ¿Por qué algunos seres humanos no tienen nunca suficiente? ¿A dónde conduce tal desmesura? ¿Se puede romper el círculo vicioso de la satisfacción de las necesidades?
"A las personas les gusta poseer cosas, pues les da la sensación de vivir eternamente". Son palabras del psicólogo social estadounidense Sheldon Solomon, para quien el fetichismo de la mercancía y la fiebre consumista actuales son nefastos. En la era del ego, quien no consigue satisfacer sus deseos materiales, recibe el sello de "perdedor". Pero, con una población mundial de más de 7000 millones de personas, las consecuencias del consumo de recursos desmedido son manifiestas. ¿El estado deplorable de nuestro planeta no demuestra que el "programa de la codicia", que nos ha hecho adictos a la propiedad, al estatus y al poder, toca a su fin? O, ¿es la sed de poseer un ingrediente inseparable de la naturaleza humana? Indagamos en la esencia de la codicia. Y les contamos las historias de personas, que, de forma activa, como víctimas o consumidores desenfrenados, son partes integrantes de un paulatino cambio de valores.
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